– Hola, sí.., ¿vos grabás con equipo analógico?
A menos que nos consideremos parte de una “matrix” numérica, somos “analógicos”, un continuo. Pulsás una cuerda con tus dedos, con la púa, con mayor o menor fuerza, en un contínuo. Pisás la cuerda, la estirás. Tus parches tensos, flojos en infinitas posibilidades. ¡La voz! ¿Es o no es? Siempre es… diferente.
Como en todos los ámbitos, las dicotomías se hacen presente y nos ponen a prueba en toda nuestra capacidad de adaptación, de creación. Dice Hernán Pérez sobre estilos musicales populares: “Las expresiones artísticas manifiestan continuas rupturas, vanguardias y fusiones. Podemos entender como ruptura, el quiebre total de los marcos del lenguaje propio y de las formas de producción, en tanto la vanguardia se podría entender como una progresión o transgresión de los conceptos artísticos en base a lenguajes tradicionales de un género, y por último, la fusión como producto de la simbiosis de dos o más expresiones musicales diferentes”.
Extrapolándolo al campo del audio podríamos decir que lo digital significó una ruptura respecto de lo analógico; una nueva forma de registrar y reproducir la música. Las actuales formas de reproducción de la música, como el streaming y toda la revolución WEB frente al CD podríamos asimilarlas a la vanguardia. Por otro lado, la música grabada actual se realiza combinando lo analógico (micrófonos, cables, amplificadores) con lo digital (manipulación, procesamiento y almacenamiento); ahí llega la fusión. Inclusive para los nostálgicos de los vinilos, las actuales tecnologías brindan medios que mejoran esa experiencia, a través de la fabricación de nuevos reproductores láser, sin contacto con el surco (y sin olvidar que seguramente habrá etapas digitales en la producción de ese vinilo).
Los debates puristas sobre estilos y tecnologías no tienen más que sentido histórico. Las vanguardias transgresoras a veces se equivocan, otras no. Del resultado de esa efervescencia, siempre surge la fusión. Hacia allá va la humanidad y nuestra música en el mundo.
¡A sonar!
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